Crónica de un día para olvidar

Interior. Nuestra habitación. 4.05 am. El peque se empieza a revolver en la minicuna. Aparentemente sigue dormido. Se frota la cara. Se clava las uñas (que cortadas rascan más). Le enchufo el chupete, lo pilla con ansia, y al rato lo escupe bien lejos. Se queja. Repito la operación, lo vuelve a lanzar. Llora como si le estuvieran arrancando la piel.

El padre de la criatura duerme a mi lado con una otitis aguda. El pobre está hecho un despojo humano. Le han recetado un rosario de medicamentos, a saber, antibiótico, antiinflamatorio, antihistamínico, gotas, etc… Para más inri le han recomendado no acercarse mucho al peque.

En resumen: asumo los biberones con alevosía y nocturnidad, y un sueñaco brutal acompañado con una generosa ración de mocos alérgicos que la mayoría de las veces se descuelgan de mi nariz mientras cambio el pañal del gordo.

Interior. Nuestra habitación. 4.25 am. Decido hacer un biberón, el gordo está montando un pollo de los majos y va a despertar al padre, al que el dolor apenas le deja descansar. Le cargo al peque en mis brazos y este intenta sacar jugo succionando mi brazo izquierdo. Angelico. Va a ser que tiene hambre.

Interior. Salón. 4.45 am. Cuando le estoy dando un bibe de 180 ml, decide, el pequeño ser que me araña mis queridísimas horas de sueño, que pasados los 60ml se va a sobar. Porque sí. ¿Por qué no? Venga, a tirar leche…

Mi cara, un poema.

Su cara, pura paz.

Por fin volvemos a la cama. Acaricio las sábanas y creo recordar que se me cae una lagrimilla de felicidad y gustazo. El padre y el hijo duermen plácidamente. El espíritu santo no. Fue apoyar la cara en la almohada y caer traspuesta.

Interior. Nuestra habitación. 7.25 am. Mi reloj despertador me avisa: Llanto desgarrador de tragedia griega que interpreto como un «¡Quiero volver a comer yaaaa!«. No me lo estoy creyendo. Pero si antes aguantaba más horas. La madre que le… Que fui yo. Compruebo que no tiene pis o cacotona. Ésto último no, pero tiene un señor pis de esos que hacen que el pañal pese un quintal. Se lo cambio, a ver si sequito se relaja y se duerme de nuevo… Pero not, el gordo ya está con los ojos como platos esperando que le haga mucho mucho caso, canciones chorras incluidas. Como un pequeño bipolar sonríe y llora, sonríe y llora.

Vayamos pues a por otro bibe.

Mis ojeras, que ya vienen de serie, se van coloreando más conforme sale el sol. Después de esta toma, el gordo decide que quiere juerga, y se ríe de mí cuando le intento acostar.

Interior. Casa de mi tía. 14.00 pm. Celebramos su cumple. El padre de la criatura no ha venido, y yo llevo a acostar al gordo que de no dormir antes está mu retonto. Mis sobrinas tampoco paran. Hay un momento que aquello parece el camarote de los hermanos Marx. Empezamos a comer. Y el gordo rompe a llorar. «Lo hace a propósito, lo se, lo siento«. Dejo el tenedor sobre el plato. Me levanto. Voy a ver, y como ya le quedaba poco para que le tocara la toma, decido (después de varias visitas anteriores) cogerle y darle un bibe.

Mi madre se empeña en dárselo él. El gordo con tanta gente está encantado que le hagan monerías y decide que nos metamos el biberón por el orto. Intento dárselo yo, y una vez más se queda sopas Knoor. Mi hermano me dice que le está entrando aire, mi cuñada que alargue las tomas, mi tía me señala el brazo del gordo que cuelga, que a ver si va a estar incómodo, mi madre me recuerda que no le he sacado los aires, mi padre me pide al peque para tomarlo en brazos, mi otro hermano haciendo fotos y mi sobrina mayor cantando la canción de parchís.

….

En mi cabeza, esa que no ha descansado como quisiera, y que acaricia la idea de una siesta que no va a tener lugar,  algo se quiebra, y empiezo a escuchar las voces como dentro de una pecera.

bla, bla, bla

bla, bla

bla

El peque no llega a dormir ni una hora, y vuelve a llorar como si le degollasen. Ha comido, tiene el pañal limpio, ha dormido (relativamente), ¿Será un gas atravesado? Mi cuñada diagnostica cólico. Mi madre apostilla que igual el padre le ha pegado la otitis BLA BLA BLA (voz que oigo en una pecera). Mi cuñada, experta en estas lides gracias a las dos criaturas que tiene, recomienda paseo por la calle, y oye, es bajarle al portal y se hizo el silencio.

Paz.

Paz y chapoteo de agua a lo lejos.

Pero la paz dura poco.

Exterior. 17.35 pm. 31º. Bajan todos también. «Tápale que igual tiene frío«. Subrayo el dato de que estamos en un caluroso mes de junio, y que hoy hace 31 gradazos. «No voy a taparle que hace calor» respondo «que este niño suda mucho«. Cuando me giro, el gordo lleva sobre sus piernas mi pañuelo.

BLA BLA BLA – Me sumerjo en la pecera de mi cabeza hasta difuminar las voces.

«Esta criatura tiene calor, lo llevas muy tapado» otra voz dixit. ¬¬

…..

BLA BLA BLA

BLA BLA

BLA

Me hago una autoaguadilla en mi pecera mental y decido huir con el gordo a un lugar llamado OLVIDO.

Este post fue realizado en unas 5 horas….

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