¡Gensanta! 7 mesacos ya que tiene la criatura… La última vez que le pesamos, que me parece que aquí no di parte, que fue en la revisión de los 6 meses pesaba 9 kilazos con 200 gramicos y medía la friolera de 75 cms. Usa ropa de año, bueno, aunque ya se sabe que cada fabricante le pone la etiqueta que le sale de los huevins según esté acostumbrado a sus crías.

7 meses que se me han pasado volando! Y es que cuando miro al gordi ya le veo con cara de nene no de baby… ains…

Para los que les da cosita hablar de caca-culo-pedo-pis, aviso: este post es pelín escatológico. Cacotas to the power!!

Una tarde dejamos a la bolita cárnica con los abuelos por que el padre de la criature tuvo a bien regalarme por sorpresa dos entradas para ir a ver al teatro a Leo Harlem (ejem… desde aquí, Leo, te comento… Eres un crack, en eso estamos de acuerdo, pero, porfaplis, no hagas refritos de tus monólogos cuando te estrenes nada más y nada menos que en el teatro Compaq de la Gran Vía, que es un canteo… o al menos no pongas las entradas tan caras! ladronicio total). Y ya que salíamos, le dejamos a dormir y todo. ¡Marchaaando un pack completo de nanny-yayusss!! Ea.

A la mañana siguiente, cuando fui a buscar a Óscar, mi madre me dice «¿Te has fijado que ya tiene un diente?» y yo, «jaaarl? no!!«. «No te lo deja ver» prosigue la mía mamma «pero mete el dedo, verás«. Coooño! No solo tenía un incipiente diente, si no que lo tenía en modo sierra y te dejaba el dedico la mar de exfoliao!

Qué grasioso con su minipiño-sierra, mordisqueando todo cual ratilla… Al cabo de los días notamos que otro incipiente minidiente le haría compañía en breve. Y así fue, a los días floreció el otro compi igual de aserrado que el otro. Más monos…

Por otra parte, eso de comer verdura y fruta (que por cierto, ahora arrasa con la verdura – aaaamigo, no es listo ni ná, ahora le echo al puré pollo de corral y puerro- y pasa tres kilos de la fruta) le hace tener el esfínter más que activo. Se pasa el día apretando y poniéndose colorao coloraito. Se le pone la vena del cuello al modo Patiño. Sufro en silencio.

También sufro por mi economía, por que es cambiarle un pañal cargaico de pipi, y zasss!! comienza a apretar y a echar unos señores mojones considerables en el nuevo y reluciente pañal. Vaya, que se le queda el culete como el de un orangután. Así que tengo que tener siempre un cargamento de pañales esperando a ser usados.

Y por supuesto sufro por mi pituitaria… Virgen del abrigo de pana, ¡Qué olor! A veces entro con mascarilla y gritando a lo swap «Mayday, mayday, acordonen la zona, ¡Acordonen la zooona!»

Multipliquen por tres (como mínimo) esta operación diariamente… Yo ya ni siento, ni padezco, oiga usté…