El gordo lleva exactamente 8 días yendo a una Escuela infantil. Al final nos decantamos por llevarle el mínimo de horas, de 9 a 13h, por varios motivos:
1.- Él se aburre, necesita estimulación y mis canciones de la Sirenita y el baile de Moongowalker me temo que no le valen ya. Snif 😦
2.- Yo no saco jugo a la «jornada laboral». Ya se pone de pie, y aunque no camina es un torbellino. Hay que estar pendiente de él mucho más. Y así era imposible entregar ningún trabajo si no era con alevosía y nocturnidad…
El primer día que le llevé al cole (prefiero llamarle el cole a guardería, con vuestro permiso, me pasa lo mismo que Ser educadora, eso de guardería suena a «guardar», a «aparcar» al niño, mu feote, ¿No creéis?) el colega no solo ni me miró, sino que, cogido en brazos de la que sería su profe, Isa, se iba partiendo de risa.
Ojo que a mi me encanta como es mi gordo, tan simpaticote regalando sonrisas a quien le haga una mijita de caso. Peeeero he de decir que me quedé por una parte contenta de que el peque se fuera feliz, y por otro pelín desoleé porque pasaba tres kilos de una servidora. Era la primera vez que le dejaba a alguien que no fuera mi madre. Ains…
«Mi gordito» pensé «que se me hace mayor«. Me dio un pequeño pellizquillo el cuore (pensando cosas como ¿Estará bien? ¿Qué hará? ¿Morderá?), exhalé un suspirito, y cuando ya me vi sola en la puerta, me di cuenta que era hora de irse. Que parecía una madre loca que habla y se enfada sola que no tiene na que hacer.
Después, ya subida en el coche, me dije: OMG! Cuatro horacas pa’mí, pa’siempre… I can’t believe it.
Un mundo nuevo se abría ante mi de una forma brutal. Y a partir de ahí se me fue pasando el ploferío (*).
Lo mejor es cuando voy a buscarle, que me regala una sonrisota tamaño XXL capaz de derretirme y rendirme a mi pequeña bola cárnica. Me echa sus bracitos llenos de michelines, y le abrazo como cuando ves a un amigo que hace mucho que no ves. Po igual. Al milisegundo ya me está haciendo la cobra el joíocrío, es su caracter, como el mío, de raspilla.
Cuando llegamos a casa, engulle como los pavos. Se nota que tiene mucho sueño (de hecho en el cole me han pedido que vaya a buscarle media horita antes por que se duerme la criaturica, pobriño..), y tal cual le quito el babero y le doy agüita, se mete el dedo en la boca: It’s Siesta Time!
Y menudas Señoras Siestas: ¡¡¡¡4 horacas!!!
PD.- Todo parecía idílico hasta ayer, su séptimo día de cole: Cuando lo cogió Isa para meterle en su clase, arrancó a llorar dejándome a mi con una penica en el cuerpo que pa’que… Yo creo que el pobre pensaría, ¿Ah, pero esto va a ser siempre?
PD2.- Se ha debido de cascar con algún niñ@ porque trae 1 moratón, algo que parece un mordisco y 2 arañazos. Aunque supongo que es lo normal, lo paso fatal descubriendo un nuevo porrazo… Ains, mi gordi… Tan ssshico él…
(*) Ploferío: Estar Plof 😦
