EnrabietaDOS

Si la Real Academia Española conociera a Éric, añadiría su foto al lado de la palabra «Rabieta«.

Lo describe como «Impaciencia, enfado o enojo grande, especialmente cuando se toma por leve motivo y dura poco.»

Pero no le dura poco a la criatura, se lo voy a tener que comentar a la RAE. Yo lo dejaría en «Impaciencia, enfado o enojo grande» o «mala hostia a granel» así a secas. Importando un comino el motivo y la duración, que en nuestro caso es de lo más random. Según le dé, según se levante, según tenga sus cosis aquí mi vikingo.

No es que esté todo el día encabronado, que por lo general es un niño alegre, curioso y extramimoso (no todo va a ser malo, pobre mío) es que cuando se cortocircuita, se bloquea y no hay vuelta atrás. Cualquier cosa aparentemente inocua puede desencadenar la ira de Atila (aká Éric). La aDOSlescencia nos tiene del revés…

Sus arrebatos se manifiestan de diferentes formas, desde graznidos de urraca (os juro que suena como una urraca o un grajo, un grito seco y agudo, molesto quiticagas en cualquier caso), hasta lanzar la comida por los aires pasando por la típica sentada «hippie« de «no-no-moverán» y cabezazos contra paredes y/o cosas.

Hemos probado varias tácticas. Y leído artículos, bla bla… Después de mucho ensayo – error, podemos afirmar sin lugar a dudas, que no tenemos ni idea de gestionar las rabietas de nuestro vástago. Vamos fluctuando de una a otra solución según el día, su nivel de enfado y según nuestra paciencia (a veces muy limitada, he de decir).

Según el día, como decía, a veces funciona mejor una cosa y a veces, otra. Con Éric, las reglas no funcionan. Nuestros «apaños de vida» (porque no sé como catalogarlo ya que no son soluciones que nos funcionen fetén) para tratar las rabietas de Éric son:

 

1.- Pasar de él

Esta es la solución más políticamente incorrecta, pero mentiría si dijera que no la ponemos en práctica cuando entra en bucle.

Tralaría, tralará, tú grita cual gato atropellado y patalea que yo sigo haciendo mis cosis como si no me afectara el desprendimiento de tímpano y de nervios que estoy sufriendo por dentro.

Cuando se cansa, para de gritar y patalear, pero sigue enfadado y te lo demuestra con el ceño fruncido y el morro torcido.En ese momento tienes que aguantarte los corazoncitos que te brotan de los poros porque está taaaan mono cuando se enfurruña (y no patalea ni hace de niña del exorcista) con sus moflejes gordos y su labio inferior ligeramente salido, y las ganas de achucharle en formato abuela, que no es otra cosa que abrazarle con todo tu ser hasta traspasarle tus epiteliales.

Ese es el instante perfecto para acercarte a él y hacerle algún mimo. Suele claudicar y dejarse mimar. Hay días que te aparta como si fueras una mosca cojonera, pero las más de las veces, sucumbe.

 

2.- Intento de diálogo

Bueno, diálogo, diálogo no, es más bien un monólogo nuestro al que él asiste entre perplejo (en plan : «Perdona? estoy super cabreado y tú me hablas como si fuera monguer?«) y enfurruñado. No puedes hablar con un nene que se comunica con graznidos, y con 5 palabras, a saber: «mami» «papá», «caca», «agua» y «papig«* (vamos como su hermano con su edad, hago los chinorris cortados por el mismo patrón).

Nótese que pongo lo de «intentar» porque esta solución es la que menos nos funciona, aunque es la que más usamos sobre todo cuando le da por no comer y tirar la comida (supongo que estar reducido en la trona facilita que le demos la chapa sin que pueda huir, porque por lo general huye y es más, se mete en su cuarto cual aDOSlescente Y TE CIERRA LA PUERTA EN LAS NARICES. Molt fort)

Le preguntamos con muuuuchos mimitos (que como ya os he dicho suele ser su kriptonita, menos cuando se transforma en Jack-Jack versión monstruito sueltafuego y entra en bucle) y por sus ademanes, manetazos y cejo hiperfruncido intuyo que si hablara nos mandaba a la megde.

Como que le jode más al nene cuando intentas entrar en razón con él. En esta solución los mimitos son rechazados del tirón.

 

3.- Ejem…

Esta última solución es menos ortodoxa y más raruna, pero qué queréis que os diga, nos funciona por ahora y yo con eso me quedo.

Y es cantar la canción de los dibujos animados Bob Esponja… Para quien no tenga el gusto de conocerlo, os refresco la letra:

Capitán: [Voz de señor viejete que se fuma 3 paquetes de Celtas sin filtro al día] ¿Estáis listos chicos?…

Niños: ¡Sííí capitán!

C: No os oigooo..

N: ¡Sííí capitán!

C: uuuhhhh….

C: Quién vive en la piña debajo del mar

N: ¡Bob Esponja!

C: ¡Absorbe de todo y puede explotar!

N: ¡Bob Esponja!

C: Si lo que queréis es un mundo al revés

N: ¡Bob Esponja!

C: El mejor amigo que puedes tener

Todos: ¡Bob Esponja!

¡Bob Esponja! ¡Bob Esponja!…

¡Bob Esponja ya llegóoo!…

Y cerramos con el Tirorarirorirorá del final y Éric por lo general (insisto: no siempre nos funciona) entra en éxtasis, como que le bajan las pulsaciones, y también la vena de la frente.

La solemos cantar todos, es más, Óscar ya se sabe el truqui y le oigo cantándosela cuando, por ejemplo, a Éric le da por lanzar las piezas de Lego contra la pared (o aquello que haya en medio) a modo de hechizo para que su brother deje de trolearle.

Peeero tienes que cantarla un poco en bucle porque cuando terminas se desvanece el encanto de Fondo de Bikini y la criatura vuelve a ponerse en modo cardo-Calamardo.

No me juzguen, padres y madres del mundo, ya sabéis que esto de la p/maternidad va por ensayo/error, y si algo te funciona, quédate con ello. Da igual que medio Carrefour te mire en plan estáis como putas regaderas por berrear la cancioncita en público. Si el vikingo se echa cuerpo al suelo en el pasillo de los yogures, tú cantas y bailas y lo que haga falta. Hombre ya.

Como Óscar no tuvo muchas rabietas ni una aDOSlescencia tan intensa (perdón, el Pater me dice por el pinganillo que SÍ que tuvo pero que tengo memoria limited edition –lo justico para pasar el día y que mis vástagos no repitan cenas, oiga), estamos en fase de experimentación, así que estamos abiertos a recibir sugerencias para calmar a la fiera.

En fin amiguis, así es nuestro benjamín, los tiene cuadrados. Es amoroso, salao y sociable. Por lo general es como JackJack, un bebé feliz que muta en el demonio de Tazmania cuando algo no es de su agrado, e intuyo que cuando está muy cansado y no puede con su vida.

La que no puede con la vida soy yo, ¡Señor dame paciencia! O en su defecto, muchos mimos del vikingo, que son canela en rama ❤ ❤

 

*Papig = Peppa Pig

Niño Apio vs Niño Godzila

Llevaba meses intentando cerrar un post sobre Óscar y sus maravillosos y desternillantes 5 años, que en poco más de un mes dejará atrás, cuando he sentido la imperiosa necesidad de contar cuan diferentes son entre sí mis hijos.

Conforme pasa el tiempo, los genes físicos se van afilando y podemos decir sin lugar a dudas, que Éric es un clon de Óscar cuando éste tenía su edad: con lorzas redondas y lustrosas, la misma ansiaviva para comer, con la misma forma de ojos achinorraos, la misma expresión y hasta tienen la misma redondez de manos y pies. Y vagos. Que ya me lo decía el pediatra cuando le comentaba «Mi hijo aún no anda…» (porque sí, con Éric repetimos patrón…): «No se preocupe, señora, usted tiene hijos gorditos y vagos«. Gordos y vagos. Ole mi estirpe.

Los genes también son caprichosos, y el pelazo oscuro que tiene Óscar no se puede comparar a los cuatro pelos de Éric. A pesar de que el primero a la edad del segundo lo tuvo rizado, ahora lo tiene liso. Éric ya veremos. Por lo pronto, cuando lo tiene crecido creo ver a un miniPunset. Y ojocuidao, me encanta. Le da un toque de personalidad y dintinguez.Pero en lo que más quería hacer hincapié es en el carácter. ¿Cómo pueden ser tan absolutamente diferentes? ¿Quizá por aquello de ser el segundo y nacer con personalidad indómita, de rebelde sin causa? ¿O es que sencillamente Éric tiene su propia impronta, nada comparable al brother?

Con mi amiga bloguera Muxuneko hablaba el otro día por Instagram precisamente de cuan diferentes pueden ser nuestros churrumbeles entre sí. Ella tiene un mayor de la edad de Óscar y su peque, es de la de Éric. Y precisamente ambos mayores son igual de buenicos y tranquilotes (más comparados con los enanos), y hablando del tema me soltó que claro que ella estaba acostumbrada a un «Niño Apio» que ni se movía cuando le sentabas en el carrito, y que ahora tiene un bebé hardcore que no para ni un segundo. Me descojoné tanto con la expresión «Niño Apio» que con su permiso, se la tomo prestada porque me parece que refleja a la perfección el estado quietecico y relajado de la criatura. No busquéis un insulto o una falta en la expresión, porque no lo hallareis, que adoramos a nuestros hijos, obvio. Me parece que no hay mejor definición gráfica para expresarlo.Y es que, amiguis, hay dos tipos de niños. Probablemente más, de acuerdo, pero poniéndolos en una escaleta, yo tengo un Niño Apio y un Niño Godzila. Tengo un niño que puede verse una peli entera sin pestañear y otro que solo piensa qué es lo siguiente que puede destruir o lanzar lo más lejos posible. Y eso que de super bebé, Éric apuntaba maneras… Nos engañó como a un chino, todo formaba parte de un plan. Una se acostumbra a lo bueno, y claro… Toma Godzila, y aquí me hallo, viviendo Al filo de lo Imposible.

Óscar se quedaba todo pachorro en su hamaca y Éric hace ensayos de saltos para las próximas olimpiadas. Cuanto más alto salte, mejor. Temo que un día, los 15 kilazos de bebé revienten la maltrecha hamaca.

Mi Niño Apio podía estar en el carrito lo que quisieras y para meter al Niño Godzila en él, Dios y ayuda, luchas, contorsiones, escorzos apolíneos y giros de cuello tipo la niña del exhorcista. He de decir que una vez anclado en la sillita el pobre mío no sigue meneándose, entiende cuando ha sido derrotado y punto. Aunque la mirada de soslayo y de me he quedado con tu cara, te la lanza. Y gruñe. (Pero cuando le desanclas se lanza al vacío cual Jesús Calleja)

En la trona tres cuartos de lo mismo. Óscar era el perfecto Apio, que además, si tenía papeo podía estar entretenido y gozoso durante horas. Éric se apoya en la balda que le llega a los pies y se levanta, como si hiciera la ola constantemente (una vez más, temo por su vida, en algún momento esos 15 kilazos de ser humano atenderán a la ley de la Gravedad… Y a la de Murphy, clarostá) o le picara el culo. Ya esté viendo Peppa Pig (su kriptonita, lo único capaz de tenerle tranquilo 20 minutos), comiendo croquetas de la abuela o lamiendo la bandeja de la trona (yassss, todo lo que sea comida, mi niño lo aprovecha que da gusto…).Al mayor le acostábamos en su cuna, y hasta mañana, oiga. El pequeño tiene su propio ritual de «tocapelotas«. Y sí, digo tocapelotas con todas las letras porque el tío se muere de sueño pero tiene que representar la misma función caaaada noche. Si no hay aplausos al final, el artista de mi chico no duerme. Veréis, el ritual consta de ponerle en la cuna y él de un respingo ponerse de pie, exactamente igual que si la cuna fuera lava ardiendo. Levanta la cabeza, se ríe en tu cara (me como esa carilla), señala el agua, le das agua, bebe parte y el resto lo escupe, se mueve raudo alrededor del ring (porque la cuna es su cuadrilátero), lanza los dos peluches y la mini almohada que tiene a tomar por culo, le pones el chupete, te lo escupe también, y vuelve a mirarte y a reírse. Le doy un beso y apago la luz. Y ahora ya pasamos al tercer acto, de la comedia al drama, lloriquea (de palo total, cero lágrimas), se sienta en la cuna en modo decimonónico, tipo Regenta, con los brazos flojos y mirada al techo. Entonces me acerco, le doy otro beso, le tumbo con cuidado, le pongo el chupe y le arropo. Y me quedo un ratejo haciéndole mimos que es lo que más le gusta around the world. Y al menos se queda relajado, porque por el escucha bebés le oigo hablar en su lenguaje. Se quedará comentando su actuación…

Porque he de reconocer que todo lo que tiene de bruto y tozudo lo tiene de mimoso. Por aquello de compensar, digo yo.

El Niño Apio es muy tierno y vive rodeado de peluches a los que les pone nombre y con los que juega y duerme. Al Niño Godzila le sobra todo, y lo cierto es que no echa en falta nada, es una especie de mini Chuck Norris, él no necesita juguetes para jugar. Donde esté un cable, un módem… En realidad, cualquier cosa para destruir le es suficiente.

 

 

Al Niño Apio quiere/necesita llevar el control de sus cosis. El Niño Godzila necesita alterar ese control y la paciencia del Niño Apio, y destrozar el orden establecido. Y el Niño Apio que a parte de más mayor, es benevolente, entiende que Godzila es pequeño y lo hace sin querer. Porque a parte de destruir le arrea una galletas que alguna vez le han hecho llorar. No quiero pensar cuando crezca Niño Godzila, me da la ansiedad.

En fin, como veréis, no pueden ser más diferentes… Y yo me pregunto, vosotros, ¿Tenéis un Niñ@ Apio, o un Niñ@ Godzila? ¿O un ejemplar de ambos como yo? ¿Hay alguna cepa de Niño Godzila que mute a Apio? ¿No, verdad?

Hermanos y mutantes

Las cosas han cambiado mucho por estos lares. Os confieso que me gustan los cambios, creo que cuecen y enriquecen, sin dejar de reconocer que también inspiran vértigo. Pero despiertan el sistema de uno, activan los sentidos, estimulan el alma. Nuevos retos a la vista. Y estos han llegado con Éric.

El año pasado éramos 3, y más o menos nos organizábamos sin tener la sensación de que nos hubiera pasado una apisonadora por encima; ahora somos 4, ¡Y qué 4! Hemos añadido a la chupipandi un pequeño feliciano y a la vez abuelete gruñón atrapado en el cuerpo de un miniser de maxilorzas de un año. Y sí, por supuesto que ya no es una sensación, es un hecho, porque cuando caemos en la cama estamos literalmente reventados. Acabados. Trozocarne con ojos. Me reitero en mi pregunta: ¿Cómo lo hacen los padres de 3 en adelante? Póngame su secreto en los comentarios, háganme el favor.

A sus pies.Además, tanto ha cambiado la cosa que ahora es el pater quien está más en casa pasando más tiempo con los churrumbeles y una servidora trabajando fuera de casa. Así que mi tiempo de ocio es limitado, y necesito dedicar los fines de semana y fiestas de guardar a mi familia de pitolas y a descansar en la medida de lo posible (el bebé nos regala algunas noches de blanco satén y otras de bohemia y de ilusión ¬¬ -léase con ironía de la buena).

Óscar se ha adaptado fenomenal a la nueva situación. Tanto es así que se traga los dibujitos con canciones taladracerebelos para bebés (se cuelen en tu mente, se quedan agazapados y de repente en una reunión te descubres cantándolo por lo bajini. Muy triste, I Know) que le ponemos a Éric, así como éste se traga los dibujos de Spiderman. Ambos son carne de televisión, independientemente de la mierdaca que echen (mi madre me dice que yo era exactamente igual de empanada frente a la tele. Rasgos bonicos que heredan las criaturas…).

Aunque la verdadera adoración tiene una sola dirección y es de Éric hacia Óscar. Ya puede estar berreando el bebé, que le plantas al mayor frente a él, y le nace la sonrisa más bobalicona y bonica del mundo. De adoración, de «ay ay ay que me hace caso», de amor sobredimensionado.Óscar se deja querer, y de vez en cuando le regala monerías, mimos o atenciones. Momentos contados que Éric paladea con su felicidad y agradecimiento habitual. Le quiere mucho y nos lo hace saber con dibujos o preguntando si el hermanito está dormido cuando no le ve. Yo con eso me conformo. Tienen toda la vida para vivir su relación de bros.

Y nosotros, los paters… Pues con deciros que tenemos aún varias cajas de esas de experiencias, acumuladas de cumpleaños, navidades, etc., cogiendo polvo en la estantería en lugar de fomentar echarlo xD. Esos regalos deberían venir con servicio de Babysitter incluido, porque ya me diréis… Encaromar a dos criaturas no es lo mismo que a uno, y la última vez que dejé a mis padres a los dos, cuando llegamos a por ellos, les faltó dejárnoslos en el felpudo, jajaja, estaba ya todo recogidito en la entrada en plan «hasta luego Maricarmeeeen«. Y ojocuidao que lo entiendo perfectamente.En fin, así están las cosas y así se las hemos contado. Estamos adaptándonos al cambio, pero felices por tener nuevos retos y metas en mente. A veces el camino es difícil, pero es necesario. Y si el camino lo hacemos con nuestros chinorris, las risas están aseguradas! Óscar en esa edad en la que lo mismo te suelta un razonamiento tronchante, que te acribilla a por qués, que se enzarza en subjuntivas imposibles. Y Éric ya es consciente de cómo llamar la atención haciendo monerías varias.

Dos hermanos que se parecen por fuera pero no pueden ser más diferentes: el mayor se debate entre el rollo ese de «ya soy mayor» y veo Spiderman, Batman y Pokemon, y la infinita atracción por Mickey, Peppa Pig y la Patrulla Cansina, por poner un ejemplo. Es prudente, metódico, tierno, bromista y observador. Éric aunque solía ser pachorro (puro postureo: sospecho que sus 12 kilos de carne fomentan el pachorrismo), está mutando hacia un culoinquietismo, no para de hacer la croqueta, no gatea pero va marcha atrás sentado y moviendo una sola pierna (ojocuidao el arte que se gasta, que parece un compiyogi), se ha caído de nuestra cama porque tiene la imperiosa necesidad de ver qué hay ahí abajo, él se apunta a una ronda de aspirinas, es un cotilla de primera división, explorador, cabezota, a veces gruñón pero siempre sonriente y agradeciendo que le carguen encima. Comparte con el hermano mayor lo de observador, lo mira, qué digo mirar! lo estudia todo y a todos, con su ceño fruncido, como si su pequeña mente estuviera procesando datos matemáticos. Expectantes estamos a ver cómo evoluciona este miniportero. Y no de fútbol precisamente.Mis 40 me han sentado estupendamente, muy zen y relaxingcup; me pillan en ese camino del cambio, de la metamorfosis, en este haz de luz donde estamos los 4 juntos y revueltos. Mutantes felices buscando su sitio en el mundo.

La madre que me parió

No, no estaba de parranda, estaba de vuelta al curro, en una oficina y a tiempo completo. Y no, no me da la laif… Será el mundo viejuno este en el que me hallo inmersa y tengo la energía justica para torear los días con algo de dignidad (y mucho café) o es que hay algo que me pierdo… Llevo meses con este post! WTF?27_febrero_2017_diariodeunaendorfina_mundoviejuno

Una pregunta que os hago a las madres de dos, pero sobre todo a las de tres y más, que tienen blog/hobbies/whatever, ¿Me podéis decir cómo leches lo hacéis? ¿Hay algún secreto? ¿Unas gotitas de sangre de unicornio en el café? ¿O es que no dormís directamente? Algo tiene que haber… Ahí os dejo esta profunda reflexión para estrenar el primer post del 2017…

La cuestión es que yo venía a hablaros de mis santos padres y el dilema que me causa dar con algo de regalo que realmente les sorprenda. ¿Qué se les puede regalar a unos padres que tienen de todo y a los que la edad les hace sumamente escépticos? Quería marcarme un detalle por estar siempre ahí, por cuidar de Éric con tanta entrega y cariño (mi padre que está jubilado lo está gozando cosa mala), por ayudarnos tanto y por darnos tuppers del amor 🙂

Digo padres pero en realidad estoy pensando en mi madre. Mi padre es relativamente fácil, él con una colonia, un jersey… Cualquier cosa le va bien al angelico. Yo les hubiera regalado un viaje, que es lo que mi padre desea con verdadera ansiaviva desde que se jubiló, pero aaaamigo… Aquí topamos con su talón de Aquiles: la mía mamma.

La mía mamma es molto difichile. No le gusta viajar (si no es al pueblo -para mi no entra en categoría de viajes), no le gusta el avión, ni el barco. El tren igual algo, pero tiene sus cláusulas.

El mar le da pánico porque no sabe nadar la pobre, y aborrece el sol porque es de piel blanca, pecosa y ojos claros.

Y en cuanto a objetos… Bisutería no puede ser porque tiene alergia a aquello que no sea oro y/o plata. Cuando es de oro y/o plata tuerce el gesto y dice «es mono pero no sé cuando me lo voy a poner» -prefiero no interpretar la frase-, y te pide el ticket de compra. Cuando es un jersey te dice que ya tiene muchos, eso sí, te lo agradece eh? pero también te pide el ticket. Libros no lee, pelis dice que vista una, vistas todas.

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En fin, que una tiene que currárselo mucho. Y digo una porque mis brothers sabiendo la tesitura que gasta la progenitora, me llaman para decirme que qué he comprado a mamá y que ellos colaboran poniendo pasta. Hasta que me planté y un año les hice, desde el más profundo del cariño, una peineta. Peineta sentida donde las haya, pero oiga, not. Aquí todos hemos venido a jugar... Y cual ruleta rusa… ¡Juguemos! xD

Un día vi por las Redes Sociales que Violeta ofrecía las minisesiones de navidad (*), y se me encendió la bombilla, esa misma que a veces parpadea a punto de fundirse. ¿Por qué no regalar una sesión de fotos? Me parecía una buena ocasión para juntar a toda la family para inmortalizarnos, y así de paso actualizar nuestra última foto juntos, que data de la boda de mi brother, allá hace 10 años, todos disfrazados de señores y señoras de vida alegre, y por supuesto sin hijos/nietos de por medio. Vamos, que ya tocaba.

Además al ser una sesión de 45 minutos se me antojaba ideal para que las fieras no reventaran la sesión ni echaran espuma por la boca de cansancio.

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Fue proponérselo a mis hermanos y abrir mucho los ojos de emoción. «Oh» alcanzaron a decir. Yo lo interpreté como un marrón menos un tachado de la lista de quehaceres familiares. Regalaco.

Problema de base: Mi mamma odia, del verbo odiar muy fuerte, hacerse fotos. Dice que sale mal. ¿Os acordáis del capítulo de Friends cuando Chandler tenía que hacerse fotos para su boda con Mónica y ponía muecas siniestras? Pues algo así, pero con cara de sustaco.

Así que la llevamos engañada, a la pobre mía, pensando que era una frugal comida familiar en un restaurante cualquiera del extrarradio de Madrid. «Ponte guapa» le dije por teléfono el día de antes. «¿Es que acaso voy fea?» Touché. Mi mensaje era más bien: no vengas en chandal. Pero me callé, claro.

Quedamos en el Parque del Capricho, que por el súper día de invierno precioso que hacía, parecían las rebajas de la cantidad de gente que había. Y mi madre insistía: «¿Pero qué hacemos aquí?«. Y yo, toda bucólica pastoril «Na, mujer, mira qué día más maravilloso hace, vamos a aprovechar a dar una vuelta por aquí y ahora nos vamos a comer«. Mi madre me miraba frunciendo el ceño, porque no es tonta, y yo soy más de asfalto que los parquímetros.

Y apareció Violeta cargadica hasta las cejas con un bolsón azul de Ikea repleto de atrezzo para las fotos, su cámara de fotos y su sonrisa. E hice las presentaciones. La cara de mi madre fue un poema, pero le pedí encarecidamente que se dejara llevar y le diera una oportunidad. Una oportunidad a una profesional, que no iba a ser lo mismo que un selfie guarrero con el móvil castaña de mi santo padre donde todos parecemos entes, siempre desenfocados y difuminados.

No solo se dejó llevar sino que me consta que lo gozó. Nos reímos mucho durante la sesión, íbamos hablando, andando, cambiando de sitio, disfrutando del parque y del día de sol, jugando con los peques… Violeta trabajó como una ninja eficiente que se mezcla sigilosamente con el grupo, capturando así instantes mágicos. Está pero se te olvida que está, y uno se relaja. Se deja llevar. Se nos pasaron los tres cuartos de hora en un santiamén. Y os digo una cosa, esta sonrisa de la mamma bien mereció la sesión:

27_febrero_2017_diariodeunaendorfina_endorfamily

Cuando Violeta me pasó las fotos, mi madre flipó. «¡Salgo hasta guapa!» me decía. A mi me parece que ella es guapísima, ojocuidao, le echan muchos menos años de los que tiene, pero siempre se ha visto feucha, y ahora fea y vieja, yavestú. Cosas de la autoestima que ya con taitantos es imposible cambiar, aunque su marido, hijos y nietos le digan lo contrario.

Y amén de ser un regalazo, pasamos un día increíble en familia, y tenemos sendas casas con fotos actualizadas y monérrimas de la tropa, ¡Que no es poco! Todos contentos, pero sospecho que he puesto el listón muy alto y he abierto de nuevo la puerta para que el año que viene mis hermanos vuelvan a llamarme para ver si he pensado algo para la mamma ¬¬

 

(*) Empecé a escribir este post después de las navidades, y sí, con dos collons lo acabo a finales de febrero. Ole mi toto, yeaaah.

III. Hermano mayor

Y queda la tercera entrega: Qué sucede cuando uno se hace hermano mayor.

Durante el embarazo de Éric, Óscar no mostró gran interés por el que es ahora su hermanito. Si bien cuando mis sobrinas me acariciaban la tripa y hablaban con el bebé, Óscar las imitaba. Cosa de segundos, ojo. Y al día siguiente la pelota que era mi tripa seguía pasando desapercibida para él. No le daba gran importancia. Tendría toda la vida por delante para interesarse o no por el brother.

Como ya habéis leído en anteriores entradas, pasé un puerperio fino filipino. Las hormonas me traicionaban constantemente en su loco viaje kamikaze hacia mi hipotálamo cortocircuitado. Pero cuando más lloraba era cuando venía Óscar al cuarto (esa estancia donde Éric y yo nos pasábamos las horas) a pedirme que echáramos una partida al juego de cartas de Cars y a demandarme atención en general (normal, de repente, su madre había sido abducida por un miniser, que eso nadie se lo explicó al pobrete mío).14_nov_2016_diariodeunaendorfina_hormonasEl caso es que en el hospital, Óscar pasó tres kilos y medio del bebé. Estaba claro que la nueva situación, por más que se la hubiéramos explicado, le era totalmente ajena. Éric le trajo de regalo el camión de Cars, y se dedicaba cada día que iba a visitarnos a jugar en el suelo con él y a ignorar al resto de los humanos que se hallaban en la habitación. Miento, a su padre sí que le hacía caso, le abrazaba y le besaba como si le fuera la vida en ello. A mi, quizá por estar con el bebé, ni se acercaba. Un trocito de mi corazón se iba desprendiendo cuando me evitaba. Eh! Sabía perfectamente que había que darle su tiempo y espacio, pero como os digo, las hormonas estaban ahí, locatis perdidas, apretando la garganta, metiendo el dedo en el lagrimal…

De vuelta a casa, y con bebé perdiendo peso y yo para que me picaran los pollos, el pobre mío debió pensar que aquel miniser había transformado a su madre en un zombie. La primera semana en casa Óscar parecía respetar el nuevo estatus, quizá por ser la novedad y observar desde la distancia. Pero poco a poco pasó de evitarme a buscar hacerme daño. Se que de forma inconsciente, que es un niño, pero mi corazón seguía deshaciéndose en una madeja de sentimientos encontrados. Me decía cosas para hacerme daño, se enfrentaba a mi e incluso llegó a pegarme en varias ocasiones. Y cuando yo intentaba dialogar con él y acababa llorando, más me atacaba. Supongo que había dado con mi talón de Aquiles, ese que yo le había tocado a él cuando se sintió desplazado por el nacimiento del hermanito.

No os negaré que la doble maternidad se me hacía bola. Menos mal que el pater añadió a su baja paternal tres semanas de vacaciones porque me hubiera dado un ictus entre las preocupaciones, el no dormir y mi cuerpo jota.14_nov_2016_diariodeunaendorfina_argComo consejo, el pater me sugirió que me mantuviera firme o en su defecto, que intentara pasar de Óscar cuando éste me atacaba, ya fuera verbal o físicamente. Dominar a las locas de las hormonas me costó la misma vida pero logré no solo no llorar cuando me iba a pegar o me insultaba, sino ignorar estos hechos o intenciones y por supuesto decirle muy asertivamente que no volviera a pegarme.

Como todo en esto de la maternidad, es un ensayo-error, ensayo-error…

Pero parecía que la cosa mejoraba, aunque lo que verdaderamente fue un antes y un después en la nueva relación, fue el día que Mauri y yo hablamos con Óscar y le dijimos algo que era obvio pero que es necesario decir mucho más a menudo de lo que lo decimos. «Te queremos mucho, Óscar, y ahora las cosas son diferentes porque ha nacido un hermanito con el que jugarás mucho, pero te seguimos queriendo igual o más! Si vas a ser el mejor hermano mayor del mundo mundial, ya lo verás, ¿a que sí? Eres el mejor, cariño, gracias por ayudarnos, sin ti no podríamos hacer esto»

No encuentro adjetivo para calificar el mega abrazo que nos dio Óscar. Lo reconfortante que fue. La luz que desprendía la sonrisa de mi niño. Los trocitos de corazón que semanas atrás se fueron cayendo, los recompuso él mismo con el suyo. Tan pequeño, tan generoso… Tan sensible. Confieso que no daba un euro por aquella charla, pero esas palabras, pausadas y por supuesto lideradas por el pater (no estaba yo en mi momento más zen) de repente lo pusieron todo en su sitio. Como un gran RESET.

Luego vino el colegio y acabó de poner todas las piezas en su sitio. Bendita rutina.

Y como un título de cualquier película de la sobremesa de Antena 3, volvimos a empezar. Y al tomar la decisión de dar biberón a Éric, pude empezar a hacer cosas a solas con él, y la cosa gano 1.000 puntos más. Tiempo para él. Espacio para los 2.

Desde entonces la cosa ha ido rodada, le pillo contándole sus cosas al bebé, poniéndole el chupe, cantándole canciones… Yo me derrito viva, ya imaginaréis…

Cuando Éric empiece a hacer monerías ya os volveré a contar, jajaja, pero por lo pronto, Óscar se ha graduado en el mejor hermano mayor around the world 🙂14_nov_2016_diariodeunaendorfina_graduado