La cama grande del nene y el fin del colecho

Era un día cualquiera. Serían las 7, las 8… Qué más da. Cuando no duermes una mierda, las horas son meros números.

Me quité el codo de mi hijo de mi boca y me levanté. Miré el Twister que estaba montado en mi cama, con una pierna del pater por allí, una mano del gordo por allá y un mondongo de sábanas sudadas entre los dos y me dije que aquello tenía que acabar.

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One more time lo repito: El colecho no es para mi.

Una misma frase cada madrugada anunciaba jarana «Quiero dormir en la cama grande«. Sentenciaba el gordo haciendo acto de presencia a mi vera…

Y yo, hijo, y yo, quiero dormir en una cama grande, bien graaande, y a ser posible, ya que estamos, sola. Y sin despertares nocturnos y apariciones marianas. Del tirón. 

¿Hay trato?

Pero no lo había, claro. Él ganaba. Siempre. Que fueran las 4am y no tener el toto pa’ruido hacía bastante sencilla la batalla para el peque…

De tantas noches durmiendo (por decir algo), poco y mal, las cabezas pensantes de sus progenitores estaban como anestesiadas y de pensantes muy pero que muy poco (corchopan, basicly), pero se nos ocurrió quitarle la cama de niño, plantarle un colchón de 2m de largo y 80cm de ancho en su cuarto (para probar), y hacer un par de cambio de sitios de los muebles para simular que era un cuarto nuevo. Y sobre todo, insistir en que aquella era la nueva cama grande del nene. La mejor del mundo mundial. Toíta para él.

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Yo no daba un duro por nuestro plan, peeeeero como esto funciona a base de ensayo/error, aquí estamos Living La Vida Loca porque aún no nos creemos que Óscar vuelva a dormir bien :_)

No fue de la noche a la mañana, ojocuidao. Los primeros días nos teníamos que quedar un ratico con él a su vera convenciéndole de las bondades de su nuevo rincón chill-out, cual vendedores ambulantes de colchones. Que si así podría dormir con todos sus muñecos, que fíjate qué grande y larga, bla bla… Promesas de una vida mejor. Y de unas noches de blanco satén.

Para nuestra sorpresa, la lobotomía a la que le sometimos al angelico hizo efecto, y a la semana, comenzó a dormir del tirón con alguna petición aislada y noctámbula -y a gritos- de agua. Pero desde su camita. Bueno, desde su Señora Cama.

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A día de hoy sigo sin creerme que el apaño gipsy funcionara. Aún no puedo deciros qué fue lo que le hizo que el niño de la curva le poseyera y qué lo que le exorcizó. Lo que se es que -y toco madera- ¡Dormimos! ^^

Con vuestro permiso, voy a seguir cantando FELICHITÁÁÁÁ!!! :__)