Hoy quiero confesar… Que soy una torpe

Inauguramos sección: Hoy quiero confesar, un rinconcico donde contaros mis cosiñas, mis tontás o más inconfeseibols sicrets, al más puro estilo tonadillera, a pechodescubierto, ahí, con sentimiento.

diariodeunaendorfina.hoyquieroconfesarPara estrenar la sección os voy a confesar algo que la mayoría sabe y otros tantos sospechan: soy torpe, me tropiezo, se me caen las cosas, me mancho… Y un largo etcétera que me acerca a Mister Bean en versión fémina.

De pequeña confiaba en que con la edad el tema mejoraría, pero no ha hecho más que ir in crescendo. Cada año subo un nivel más en la escala de Torpes of the Year. Y he llegado incluso a la Categoría Premium.

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Para que os hagáis una idea, soy capaz de bajar del coche y caer de rodillas. De verdad, aunque lo intentéis, no podréis. Soy la Bridget Jones ibérica, la Lina Morgan new generation.

Creo que he chocado con todos los muebles de mi casa, mis piernas y muslámenes bien pueden atestiguarlo; hay moratones que se han quedado pa’siempre ahí. Deben de pensar, ¿Pa qué irnos?, ¡Si te molamos! ¡Confiesa! xD

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Tengo atracción por las manchas en la ropa o en la cara. Soy de las que se zampa un helado y se va tan pichi por la calle con el morrámen lleno de chocolate (pensando, clarostá que voy limpita). Esto es una mezcla de despiste, guarrindonguería y la niña que llevo dentro que se niega a abandonarme. Por supuesto, también hallareis restos de ese helado en la camiseta.

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Recuerdo una falda de lino que tenía que siempre, y cuando digo siempre, es que siempre acababa manchada con algo en general, y de atún en aceite en particular. La llamaba la falda-delantal. Yo sola acabé con el Cebralín de aquella empresa. De hecho, creo que lo compraban por mi u.u’

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Cuando vivía con mi amiga Ana, la mujer mezcló sus cosicas con las mías en un alarde de amistad desmedida y amor fraternal. Rompí (sin querer, ojocuidao) varios ceniceros (que formaban parte de una colección monérrima con dibujines y eso) y copas de vino de esas elegantonas. Cuando tocaba fregar recuerdo que me decía «ya lo hago yo, nena…«. Sufría en silencio, la criatura.

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Recuerdo la primera escapada que hicimos el padre endorfino y yo. Empezábamos a salir, estábamos tolais perdidos, suspirando corazoncitos por la ciudad de Valencia, prometiéndonos amor eterno y eso, cuando entramos en una tienda de souvenires y… Arrollé con mi superbolso y empane habitual los imanes colgados que allí se hallaban :S ¡Y dos veces! Mauri me miraba ojiplático pidiéndome que le esperara mejor fuera si eso… ¡Ains que apuro! El hombrecillo de la tienda no me dejó pagarle los imanes rotos >.< (debía de pensar, ¡Vade retro, Satanás! Fuera de aquí, bicho) y Mauri me disuadió, cuco de él, de entrar en cualquier otra tienda 😦

Procuro poner más atención y no ir como las locas por la vida, pero esta es la idiosincrasia endorfina. Si me quereis, quedarsus 😉