Señor Pinrel y otras manías de cartel

Imagino que todos los niños tienen sus manías. Sus cosicas, sus rarezas, sus historias que una no sabe muy bien cómo catalogar o explicar (o no) al mundo. Ahí están, coexisten con nosotros en un microcosmos perfecto de rarezas, la de los niños y de sus padres, abuelos y hasta del perro, si me apuras.

Que a Óscar no le apasiona que le toquen el pelo puedo llegar a entenderlo porque yo soy un poco Brave (a mi tampoco me gusta que me toqueteen el pelo, confieso); que no le gusten los platos combinados (él prefiere un plato con una comida y un segundo, con otra), pijada, pero venga, va, aceptamos barco; que cuando saque el estuche de los rotus para pintar, en lugar de usarlos conmigo se dedique a ordenarlos por colores, aunque a veces da miedito, se que es el gen de su padre, que pulula salvaje por su cuerpo serrano; pero que de un tiempo a esta parte tenga que tener diálogos con sus pinreles para poder cortarle las uñas de los mismos, se me antoja una rareza raruna nivel WTF.

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Desde bien pequeño fue dándonos pistas de que el tema de las uñas le daba grimaza. A mi también, oigausté, pero no puedes ir por la vida con las juñas de un astracán, criatura, entiéndelo.

Dialogando con él, las de las manos conseguías cortarlas. Pero diosbendito, la de los pies estaban vetadas. Era como si los estuvieras tocando con manos de fuego, daba respingos, abría los ojos como diciendo «Locaaaa, qué haces, insensata??» y si era preciso gritaba y usaba la fuerza. Y os puedo asegurar que tiene. Mucha.

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Y una ya, desesperadita de ver semejantes mejillones y no poder ni mentarlos («los pieeees, nooo, mamaaa, los pieess, no!!» Los vecinos debían pensar que se los quería cortar…) sin que un llanto desesperado lo acompañe, decidió un día hacer lo que mejor sabe hacer: el tonto.

Así que una tarde de negociaciones infructuosas, él sentado en la taza del váter enfurruñado y servidora, derrotada, en el suelo frente a él, improvisé una conversación a dos voces con su pie derecho.9_junio_2015_diariodeunaendorfina_senorpinrel– Hola Señor Pinrel, ¿Cómo está usted?

– Estoy que pincho.

– ¿Tiene pupita, Sr. Pinrel? – Óscar es muy sensible a las pupitas ajenas.

– A veces sí, y a veces no, depende del zapato que me calcen.

– Y ahora, ¿Ahora le duele?

– Sí, ahora sí.

Y después de este enfrascamiento / ida de olla / llamémoslo «x», levanto la cabeza y veo al peque súper entregado a la charla, esperando un desenlace, así que veo el cielo abierto: «Óscar, le cortamos las uñitas al pie derecho? El Señor Pinrel tiene mucha pupita, pobrecito…»

Con una carita de pena absoluta (tuve que seguir en el papel de mediadora entre pie y dueño, y no comérmelo con patatas) me dio el visto bueno y supervisó la operación mientras el Sr. Pinrel agradecía enormemente que le hubiéramos quitado las garzas.

Ya me veis, locatis perdida entre el curro, los sudores de la muerte (que bajen el termostato, porfaplis, que no puedo con esta calorina) y la ventriloquia. ¿Alguien da más? Si es que necesito un trago (O dos)… Menos mal que ya queda menos para la Party 2, ¡Yeaah!