Damian no era un topo como los demás. Era de color morado y además podía ver. Toda su familia era de color marrón y medio ciegos. Damian siempre fue el diferente, pero se sentía uno más.
Lo tenía bien difícil cuando salía con sus 14 hermanos a coger lombrices, ya que se le veía a kilómetros de distancia. “Tápate, Damian, ponte ese abrigo de hojas de olivo, anda”
A veces, Damian proponía jugar al “veo-veo”, pero sus hermanos se cansaban de ese juego. Pero Damian, insistía.
– Veo-veo, ¿Qué ves?
– Un topo muy pesado.
Todos reían la ocurrencia del hermano mayor topo.
– Pues yo estoy viendo una cometa – dijo señalando al aire Damian.
– ¿Una cometa? ¿Dónde?
– Ahí arriba, en el cielo.
– Qué suerte que puedas ver… Descríbenosla, Damian.
– Es de color azul y ¡Naranja! Con lazos rojos!¡Qué bonita!
Los hermanos topos sonrieron mientras giraban sus cabecitas hacia arriba.