Cómo conocí a vuestra Malamadre

Ayer estuve con una amiga que lleva mes y medio de mamá. Conocimos a la pequeña y preciosa Marta, y aunque con chiribitas en los ojos me decía que cagaba amor con la pequeña, me confesó que era duro, que estaba rota, que no dormía, que estaba siempre cansada; pero que cada vez que podía se escapaba con las amigas de cañas. Que le daba la vida.

Entonces le hablé de un Club donde debía entrar: El club de las Malasmadres

No se me asusten que no es pa’tanto. El término «malas» es cariñosón, de la misma forma que yo llamo a mi hijo «El gordo«. Las malasmadres no somos tan malas cómo nos pintan, somos unas cachopanes que queremos arañar cinco minutos más al despertador aunque nuestro hijo esté saltando en nuestra cama con el barco pirata enterico de los Playmobil (y te caigan naúfragos en el ojo… Da igual, en peores circunstancias hemos echado una cabezadita). Todas queremos a nuestros polluelos pero soñamos con momentico de paz. Semos asín. Si me hacéis el favor, os invito a que hagáis click sobre el link y descubráis el Club junto con Claudia, la mamá cansada de Martita.

Para saber si una es una malamadre, hete aquí estos 5 sencillos pasos (si haces click sobre cada paso veréis de qué forma los cumple servidora…)

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¿Cree que los cumples? ¿Tú también eres una Malamadre? ¡Bienvenida! 🙂

Le doy las gracias encarecidamente a Laura y Verónika por la creación de este club tan necesario como divertido, así como la organización de cada uno de los saraos que están montando y a los que me pienso apuntar como si no hubiera un mañana. Os dejo con el eventazo en la tienda Lavand patrocinada por Cybex (tan bien representada la marca por Hugo, ese CM que se mueve entre madres como pez en el agua ^^), ¡Qué ganas de que llegue la PARTY!

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Malamadrea con nosotr@s en Facebook y en Twitter ^^

Despistes varios

Miedo me doy. A veces me vengo arriba y creo que soy una superwoman capaz de llegar a todo. Creo que puedo con trabajo, con el peque, con la casa, con una crema de calabacín que se pueda comer sin cuchillo y tenedor… “Yes, I can”, me susurro, “Yes, I can”, me digo Yes, I caaaan”, grito cual loca de vida (soltando incluso la risa de malvado mua-ha-ha-ha!).

Y luego “Zaaas, en toda la boca.

Ese hostión de realidad no viene mal de vez en cuando. Por que una tiene un límite, aunque no lo quiera ver. Y tiene sus despistes.

Ejemplo práctico (y real como la vida «pispa«):

Me levanto, desayuno en un suspiro, el gordo me reclama, voy a por él antes de que se enfade, le cojo, le dejo en la hamaca para arañar unos minutos, pongo una lavadora, contesto un email de curro, mientras repaso mentalmente la lista de la compra, hago el bibe para la bolita -que ya berrea pidiendo mandanga-, se lo enchufo a discreción, cuando parece que se lo va a comer todo, me dice que tururú, le intento sacar un aire y me regala 10ml de leche rejurgitada que huele a rayos y me mancha la falda (eso es algo diario, cuento con ello, oye), le encremo de factor 50 ( y le dejo casi tan blanco como un mimo), le cambio de pañal, le pongo en la sillita, y pa’la calle.

(*) Puedes hacer clic sobre la imagen si quieres verla más grande

Después de comprar en el súper y en la farmacia (donde te van a hacer un busto de bronce por toda la pasta allí gastada), subo a casa y al sacar la lavadora descubro, ojiplática, que entre las sábanas yace un pañal deshecho. ¡¡Un pañaaal!! Toda la colada como con copitos de nieve. Toda la lavadora por dentro llena de copitos de nieve. Todo lleno de copitos de nieve un uno de agosto (que te hace pensar de qué leches estará hecho un pañal…)

True Story.

(*) Puedes hacer clic sobre la imagen si quieres verla más grande

Una penica.

¿Cómo me ha podido pasar a mí? preguntas. ¿Y qué esperas, alma de cantarus? Si es que es un no parar…

Después de volver a poner la lavadora y dormir a la bolita (a la que tenido que mojar cual galleta María en la bañera con agua cálida por que viene de la calle cómo si hubiera corrido la Marathon, ¡Gensanta qué manera de sudar!), que despiertan las puñeteras obras de la acera de enfrente y tengo que volver a empezar, me siento a trabajar.

PD.- Para aquel que se lo esté preguntando, no, el pañal no iba cargado. ¿Os imaginais? Me daría un tic nervioso exquisito al borde del ictus… Y la cara del técnico sería para enmarcar, oiga.

PD2.- Y este día aún no ha acabado. Ojito.