Antes de meterme de lleno a contaros nuestra Operación Pañal (y digo nuestra porque no solo fue de Óscar, su padre y servidora, sino de sus abuelos, tíos, tías y de quien tuviera a bien cruzarse la criatura) tengo que agradeceros todos vuestros comentarios llenos de ánimo y buenas intenciones.
El blog en particular y el 2.0 en general me han regalo momentos y personas excepcionales, pero jamás pensé recibir tantísimo calor en los momentos ploferas. Que sepáis que me habéis ayudado mucho y he recibido vuestros abrazos como si me los dierais en persona ❤
Realmente ha sido terapéutico escribirlo y sobre todo, compartirlo ¡¡¡GRACIAS!!!
Y qué decir de mi mundo 1.0… Tengo la inmensa suerte de tener una familia y unos amigos de quitarse el sombrero. A ellos les dedico este precioso artículo de la amistad tan bien escrito por Rosa Montero.
Ya estoy mejor, al menos físicamente ya no duele nada y eso es todo un puntazo. Ahora toca desalojar a el último grupo de hormonas que se niegan a irse y que hacen que me emocione con facilidad. Sé que es pronto, sé que es bueno echarlo todo pa’fuera. Pero prefiero estar ocupada y no darle muchas vueltas; confieso que a veces la cosa más insignificante me lo recuerda y la garganta vuelve a picar. Poco a poco.
Así que si os parece, os cuento nuestra experiencia quitapañalera:
Este agosto se me ha hecho más largo que un día sin pan. Es lo que tiene pillarte las vacaciones en julio. Que agosto se te hace bola, y más si estás las 24h con el peque (asalvajado, sin rutinas, todo fruto de la estación estival y sin guardes de por medio) en casa, trabajar y estar pendiente de que la criatura no deje mojones por el pasillo. No hija no, que decía Ozores…
[Si a eso le añadís los efectos del embarazo tales como sueño demoledor todo el día y grados de temperatura extra en my body, ya os imaginaréis, el Increíble Hulk y yo, primos hermanos…]
A lo que íbamos… Durante el mes de mayo la profe de Óscar nos recomendó sentarle en el váter y/o orinal para que se fuera familiarizando, con la promesa de que después de un mes el crío lo empezaría a pedir.
El resultado de este mes dándole el coñazo con el tema (cuentos, preguntas, hablamos y hasta le he cantado el Rap de la Cacona in da haus) e intentándolo ha sido (y siempre sentándole nosotros, él solo lo pidió una vez):
- 3 gotas de pis
- 2 pises completos
- Y 2 caconas (Una de ellas accidental de apretar demasié y otra que le puse yo corriendo al verle apretar)
A finales de junio, le comenté a su profe que quería quitarle el pañal y ver qué tal. Me dijo que no estaba en absoluto maduro y me hizo desistir.
En vista de que las vacaciones estaban a la vuelta de la esquina, y no es plan de pretender en dos días que la criatura no se meara en un avión durante 2 horas y media y en un viaje en coche de 8 horacas, aceptamos barco.
Durante las vacaciones, y sobre todo en la playita, al estar en pelotingas all day, le pudimos enseñar a mear de pie, hecho que le maravilló y más a nosotros que empezó a pedirnos pis :_)))) Eso sí, caca not found ¬¬
A la vuelta de las vacaciones, a finales de julio el pañal iba fuera sí o sí, el cole estaba a la vuelta de la esquina y su sombra era alargada. Aquí empezó la verdadera Operación Cacona in da haus (o donde fuera pero no en sus calzoncillos ¬¬).
La primera semana, como es normal, fue un poco desastre. Se meó encima unas 5 veces, y caca todo el rato. Tanto fue la cosa, que acabé cansada de lavar gayumbos y muchos de ellos fueron a la basura directamente.
Cuando yo ya no daba un duro por nuestra Operación Cacona in Da Haus, Óscar me dió un ZAASS en toda la boca para hacérmela callar y quejarme menos: Para la última semana de julio, el pis lo tenía controlado, y además lo pedía, ¡BIEN!
Pero la caca… Error, not Found.
Y ahora llegamos al infierno del mes de agosto: el gordo y yo, solos, cara a cara, pillándonos manía mutua, sudando la gota gorda, poniendo los ojos del gato de Srek a la poca gente -con piscina- que quedaba por los Madriles… Porque solo en remojo nos aguantábamos.
Y aunque el pis lo controlaba a la perfección: de pie, en orinal, en el váter, en la calle…. Los días pasaban en el calendario y aquello era el día de la marmota: Caca sobre caca en el calzoncillo. A veces le pillaba apretando en una esquina y me daba tiempo a sentarle en el orinal (no hay forma que la haga en el váter), y las más de las veces, se lo hacía encima y además te lo negaba con alevosía (y a veces también con nocturnidad).
Y así fue todo el mes. TODO. Un mes para el recuerdo.
Dos meses después de empezar con la retirada de pañal (por el día), empezó el cole, y sé que allí no se ha hecho caca (a veces ni pis, cuando le voy a recoger hemos tenido que parar «a regar un árbol» porque no llegábamos -secos- a casa).
Hablamos mucho (o hablo yo y él hace que escucha, pero ésto da para otro post ¬¬) de los amigos del cole, que son ya muy mayores y cómo todos piden a la profe ayuda para ir a hacer pipí o cacona en el váter. Creo que esto le ha ayudado mucho (lo de los amigos, que es mayor y todo eso). Si bien en casa se lo ha hecho encima alguna vez, hay días (ayer mismo) en los que me ha pedido hacer un número 2 (por llamarlo de otra manera) y yo, qué queréis que os diga… Canto el rap de la Cacona in Da Haus, lo bailo, lo gozo, le doy un aspito, le hago la ola y creo que hasta lágrimas con caritas sonrientes me salen. Mientras él me mira sonriente, sentadito en el trono, pensando que su madre está chalá perdía.
Y no le falta razón a la criatura.