La fruta pa Rita

Cómo ha cambiado la cosa… Si al principio parecía que le hacía más gracia la fruta que la verdura, ahora resulta que es al revés. Será el pollo, el puerro y el aceite de oliva. No sabe ni ná la criaturica…

Obviamente al principio invertíamos mucho tiempo en darle de comer. «Paciencia» nos pedían. «Es normal» nos aseguraban. «Pobrecito» sentenciaban… Pobrecito… Pobre yo. Eso de que el peque se toquetee la cara después de haber hurgado en el plato de puré y se haga un maquillaje a lo Lady Gaga en un santiamén, me cortocircuita la voluntad. La inversión de toallitas en cada sesión era de medio paquete. Qué digo toallitas, servilletas, kleenex, mi camiseta… Cualquier cosa vale. Por eso un must have es el babero de plasticurri en modo camisa de fuerza pero con las mangas normales. Un tema hacer uno para amarrar esos brazos hiperactivos, oiga…

Por que antes de cada expedición «cucharil» hay que prepararse y armarse con la ropa más vieja y de andar por casa que se tenga. Esa con la que pintarías la casa o te pondrías a alicatar el cuarto de baño. Esa. Por que el miniser tiene a bien espurrutear el puré, y si es de frutas, con alevosía y una cara que es la mismitica que ponías tú cuando la abuela te ponía a comer higaditos. Puaj! Y meterse cualquier juguete hasta la campanilla, ponerlo tibio de sustancia y lanzarlo. Cuanto más lejos, mejor. Esto sin hablar de cuando estornuda (diez veces seguidas, ojito), que te hace un traje de un personaje de La Pandilla Basurilla de lo más orgánico.

He de decir que la cosa ha mejorado. Al menos en cuanto a la verdura se refiere, que la come rebien, abriendo él solico la boca y cogiéndome la mano de la cuchara con una ansia solo comparable a la del biberón. Y el yogur, también. Pa’dentro en un pim pam. Eso sí, ha de estar del tiempo.

Pero la fruta… Ay la fruta que no hay forma… cierra la boca con fuerza y mueve la cabeza en un eterno no, no, no, que nooooo, y no hay forma. Le he cantado todo lo que me se y lo que no me lo he inventado, le he bailado hasta el Billy Jean, he hecho un teatrillo improvisao con sus peluchines (me he metido tanto en el papel que aquello parecía el plató de Sálvame), he hecho el avión (hasta que han chascao las cervicales)… Me ha faltado hacer el pino puente! Y nada, que la bolica cárnica insiste, que pa’Rita la cantaora la fruta.

Rita La Cantaora, ese ser mitológico, mitad cantaora y mitad «hacedora de todo lo que nadie quiere hacer» en general y comedora imaginaria de la fruta que no quiere el gordo, en particular. Pobre mujer, ¿Alguien sabe el por qué de este designio fatal? Me la imagino condenada a asumir todas aquellas tareas que la gente se niega y se las mandan a la cantaora. Debe de ser cantante de Fados, así, tristiña, no?

La tarde del domingo quise experimentar y le dimos a probar un potito de fruta de supermercado… Y ¿Cómo decirlo? ¡Lo devoró! En cuestión de 10 minutejos, ya estábamos haciendo clinqui-clinqui en el tarrito vacío… True Story.

Este sería un resumen gráfico de un día en la vida del gordi en sus horas de comida (ahora tendré que modificar el de la merienda :P)