La panza es lo primero

Que Óscar es un tragaldabas es por todos sabido. Su apodo, «El gordo» no es en vano. Aunque gordo-gordo ya no es, por la altura. Es más bien grandote.

Sus 54 centímetros al nacer también eran una pista importante de que sería un niño tocho y con mucho saque.

Y así fue. Desde bien pequeñín mostró su gran apetito.

Recuerdo que a los dos mesecitos empezó una fase de lloros inconsolables que yo achaqué a los tan temidos como famosos cólicos del lactante. Después de pasearme porteándole por toda la casa intentando calmarle, calmarle con masajitos en la barriguilla y un sinfín de intentos más, Mauri me dijo «¿Y si lo que le pasa es que se queda con hambre?«. Al principio fui reacia a hacer lo contrario a lo prescrito por el pediatra, pero desesperada, acepté aumentarle la dosis del bibe. Y mano de santo, el pobre no volvió a decir ni pío… Criatura, estaba pasando más hambre que los pavos de Manolo…

Óscar tiene un saque digno de su familia. De la paterna y también de la materna. Aún a día de hoy Mauri me recuerda  cuando empezamos a salir, en una comida con mi familia, ojiplático se quedó cuando mis hermanos celebraban la llegada de cada plato de la mía mamma aplaudiendo, bailoteando y jaleando sonidos guturales. Sí, así somos los Sánchez, una especie de familia del Doctor Chiflado , salvando las distancias, que hay muchas, jajaja (soy una exagerada, lo se, es para que os hagáis una idea de cómo le damos bien a eso de mover el hocico ^^)

El caso es que desde que Óscar probó la comida, en concreto la sólida, se ha hecho fan para toda la vida.

Como a todos los niños prefiere morder, pero ojocuidao que tampoco le hace ascos al puré.

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Entre sus preferencias está la carne, en cualquiera de sus variedades, ya sea pavo, pollo, ternera, cerdo o cualquier animal. Le gusta cosa mala: a la plancha, rebozado, en salsa… puro vicio.

El pescado también está entre sus preferencias. Los lomitos de merluza, o los filetes de gallo y lenguado los devora en un abrir y cerrar de ojos.

Si todo esto viene acompañado de patatitas fritas, la vida sabe mejor 🙂

Pan (en todas sus formas… Aunque, ¿A quién no le gusta??), tortilla francesa, embutido, el queso de bola, las aceitunas (superfan!), naranja, piña, plátano, el atún, lácteos (todos)… Le pirran. Sin embargo los quesitos y las croquetas como son blandurris por dentro le da repelús y después del primer mordisco dice que tururú.

En general es un gran comedor, peeeero para nuestra sorpresa hay cosas que se come en la guardería (me dicen que no solo come bien sino que de todo y repitiendo y todo…) y que en casa dice que pa Rita the Singer si eso...

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A saber: Pasta con tomate (y eso que le compré una monérrima de colores de minidinosaurios ^^) , san jacobos (es que no lo entiendo: le gusta el jamón york, le gusta el queso, le gusta el rebozado… WTF??), verdura rebozada (de lo que come el grillo, poquillo XD)… Que no, que no, y que no. No hay forma, nos deja el salón que parece el final de una performance o de un concierto de Lady Gaga.

No sabemos qué leches hacer para que no coma siempre lo mismo en casa. La noche del sábado se puso mu flamenco y nos acabamos cabreando con él. Tanto que le mandamos a la cama sin cenar. Y a la 1 ya se estaba despertando pidiendo mandanga (y eso que había merendado bien no, lo siguiente!)…  Ains… Nos va salir más barato hacerle un traje que sacarle a comer…

La fruta pa Rita

Cómo ha cambiado la cosa… Si al principio parecía que le hacía más gracia la fruta que la verdura, ahora resulta que es al revés. Será el pollo, el puerro y el aceite de oliva. No sabe ni ná la criaturica…

Obviamente al principio invertíamos mucho tiempo en darle de comer. «Paciencia» nos pedían. «Es normal» nos aseguraban. «Pobrecito» sentenciaban… Pobrecito… Pobre yo. Eso de que el peque se toquetee la cara después de haber hurgado en el plato de puré y se haga un maquillaje a lo Lady Gaga en un santiamén, me cortocircuita la voluntad. La inversión de toallitas en cada sesión era de medio paquete. Qué digo toallitas, servilletas, kleenex, mi camiseta… Cualquier cosa vale. Por eso un must have es el babero de plasticurri en modo camisa de fuerza pero con las mangas normales. Un tema hacer uno para amarrar esos brazos hiperactivos, oiga…

Por que antes de cada expedición «cucharil» hay que prepararse y armarse con la ropa más vieja y de andar por casa que se tenga. Esa con la que pintarías la casa o te pondrías a alicatar el cuarto de baño. Esa. Por que el miniser tiene a bien espurrutear el puré, y si es de frutas, con alevosía y una cara que es la mismitica que ponías tú cuando la abuela te ponía a comer higaditos. Puaj! Y meterse cualquier juguete hasta la campanilla, ponerlo tibio de sustancia y lanzarlo. Cuanto más lejos, mejor. Esto sin hablar de cuando estornuda (diez veces seguidas, ojito), que te hace un traje de un personaje de La Pandilla Basurilla de lo más orgánico.

He de decir que la cosa ha mejorado. Al menos en cuanto a la verdura se refiere, que la come rebien, abriendo él solico la boca y cogiéndome la mano de la cuchara con una ansia solo comparable a la del biberón. Y el yogur, también. Pa’dentro en un pim pam. Eso sí, ha de estar del tiempo.

Pero la fruta… Ay la fruta que no hay forma… cierra la boca con fuerza y mueve la cabeza en un eterno no, no, no, que nooooo, y no hay forma. Le he cantado todo lo que me se y lo que no me lo he inventado, le he bailado hasta el Billy Jean, he hecho un teatrillo improvisao con sus peluchines (me he metido tanto en el papel que aquello parecía el plató de Sálvame), he hecho el avión (hasta que han chascao las cervicales)… Me ha faltado hacer el pino puente! Y nada, que la bolica cárnica insiste, que pa’Rita la cantaora la fruta.

Rita La Cantaora, ese ser mitológico, mitad cantaora y mitad «hacedora de todo lo que nadie quiere hacer» en general y comedora imaginaria de la fruta que no quiere el gordo, en particular. Pobre mujer, ¿Alguien sabe el por qué de este designio fatal? Me la imagino condenada a asumir todas aquellas tareas que la gente se niega y se las mandan a la cantaora. Debe de ser cantante de Fados, así, tristiña, no?

La tarde del domingo quise experimentar y le dimos a probar un potito de fruta de supermercado… Y ¿Cómo decirlo? ¡Lo devoró! En cuestión de 10 minutejos, ya estábamos haciendo clinqui-clinqui en el tarrito vacío… True Story.

Este sería un resumen gráfico de un día en la vida del gordi en sus horas de comida (ahora tendré que modificar el de la merienda :P)