El finde transcurre con normalidad. Los pechos me empiezan a doler y a hinchar. De hecho, antes de ir ya notaba como que me cabían en mis sujetadores habituales. A veces pienso que es el sujetador en cuestión, pero cuando me lo quito, el peso de los mismos me hace casi arquearme.
Les hago partícipes a mis amigas de mis dudas.
Una me dice que me olvide hasta que me haga la prueba.
La otra simplemente me dice: «Tía, estás preñadísima«.