Mi casa me gusta. Lo que más, el salón, que es grande y espacioso, y cabemos nosotros tres, los juguetes de Óscar, el tendedero, los sofales, la mesa, las sillas y el resto del caos que nos acompaña siempre. Sin embargo tengo una cocinita de Pin y Pon, que entre mi poco tiempo, su tamaño unipersonal y las cero ganas de cocinar que tengo, hacen que la pise poco.

Pero aunque así sea, aquí una servidora tiene que hacer cenas al pitufo y tuppers pa la ofi, así que no me queda más remedio que meterme en la batcueva.

Otro problema que tiene la batcueva es que la campana extractora es de cartón piedra, propia de las cocinitas de juguete, casi casi como la mía. Cada vez que frío algo, la enciendo. Aquello suena como si estuviera al lío, pero después descubro que toooda la casa, en concreto el salón que colinda con la cocina, huele a pescado, a lomo adobado o a tortilla papas. Y me da rabia, porque aquí servidora compensa su miopía con un olfato que riéte tú de los perros sabuesos.

Soy tiquismiquis con los olores, no lo puedo negar, no me gusta que me huela la ropa a comida o lo que sea (era lo que peor llevaba cuando fumaba), y menos en una estancia donde no he cocinado. Ventilo siempre que puedo. Pero con este fresquito a ver quien es el listo que abre la ventana…

Cuando se puso en contacto conmigo Humydry seguía siendo escéptica. Había probado tantos tipos de ambientadores que pensé que la solución pasaba por no coger una sartén never more…

Humydry es una empresa que hace antihumedades, ambientadores pero también neutralizadores de olores. Aaaaquí quería yo llegar.

Llegó a casa el paquete, a parte de un tarro y un frasquito para el bolso de FreshWave (neutralizador) incluía un antihumedad.

El neutralizador  lo tenía clarísimo donde iba a ir (¡Al salón!), pero ¿El antihumedad? ¿En Madrid? Y se me encendió la bombilla, esa que a veces parpadea como si se fuera a fundir… El cuarto de baño. Nuestro cuarto de baño no tiene ventana, ni interior, ni exterior, ni na de ná. Cuando uno se ducha se acumula el vapor tanto llegando a unos niveles de humedad, que los albornoces y toallas no se acaban de secar del todo. Un rollo. Y una guarrería, porque el señor Moho ha aparecido más de una vez.

Así que allí lo enchufé, rodeado de mis trastos, en lo alto de la estantería. Es superfácil de usar, y en una semana pude ver como el recipiente de plástico se iba llenando del excedente de humedad. Después de un mes, este es el resultado:

Volviendo al ambientador, os diré que el olor es fresco ( Ojo! no acercar las narices al tarro que te abre las vías respiratorias y las branqueas también, juas!) y efectivamente absorbe y neutraliza los olores. La noche de ayer sin ir más lejos Óscar tuvo un momento Niña del Exhorcista y el pestazo era sustancial. Es dejar el tarro abierto en la mesa, y al rato se obra el milagro…

Si la casa donde vivo fuera mía, lo tengo claro: tiraba el tabique que separa la cocina del salón y me quedaba una estancia al estilo familia yanki de peli yanki de Antena 3 por la tarde… Eso sí, sin madre entregada que hace el desayuno a todos 😛