El día que me añadieron a los grupos de Whatsapp

… Del cole, que los de los amigos, aunque algunos spamean más que escriben, a veces te regalan algún meme épico de esos que reenvías hasta que te conviertes tú solica en una spameadora profesional.

Pero yo he venido aquí a hablar de los grupos de Whatsapp del averno. Uy perdón, del cole. Multiplica los grupos por las actividades extraescolares que tenga la criatura, y voilà, tendrás a una madre desquiciada lidiando con 200 y pico mensajes sin leer. El averno hecho tecnología.

Y ojocuidao que una es protecnología y que me parece el Whatsapp uno de los grandes inventos del mundo mundial, pero todo con control, oye, pues mejor. Pero dónde y cómo pones el control… 27 nenes por clase por 2 que son los progenitores (afortunadamente no siempre están los 2), suman la nada desdeñable cifra de 54 personitas escribiendo cosas…. Fiebre del sábado noche, y del lunes por la tarde y del jueves a mediodía, vaya…

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Eso es un no parar, si no es el grupo de teatro, es el de fútbol y si no el de la clase… Si me avisaran de los mensajes pendientes con la voz de un contestador automático sería algo  así como: Tiene – usted – 654 – mensajes – sin – leer – piiiiii … Escalofríos por la espalda…

Virgendelabrigodepana. Paren el mundo que yo me quiero bajar.

A pesar de todo, confieso que los necesito. Sí, una no puedo obviarlos, porque en mi caso, empanada por naturaleza y despistada por despiste crónico, tiene que estar al loro de cuando tienen que ir disfrazados, cuando llevan la manualidad hecha o cuando es el festival del cole.

Y está esa madre que no solo informa cuando hay que llevar la manualidad sino que adjunta una foto, con alevosía y nocturnidad, de la pedazo de creación que se ha marcado (con) «su hija», y se me queda un careto de WTF bastante resultón. Cuando me debato si escribir algo o meterme en la cama y soñar con el mocetón del anuncio de Dolce & Gabanna, otra madre rauda y más de mi calaña, responde que está genial, sí, pero que ella no ha hecho eso, que solo ha coloreado con su niña la manualidad. Y pos oye, una se va a dormir con una sonrisa pensando que tan mal no lo está haciendo. Mal de muchos…

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Complejo el mundo este del cole, de los padres, los grupos de Whatsapp, el AMPA, y todas sus cosicas… Me siento siempre orbitando alrededor de él.

Ahora que estoy trabajando en una empresa por un tiempo (de ahí mi silencio en estos lares desde septiembre, ni tiempo para mear, oiga) con horarios incompatibles con los del cole, lo cierto es que la información que me llega por estos grupos me viene como agua de mayo, claro que mi tiempo para leerlos y/o responder es limitado. Porque atender tanto volumen de mensajes requiere tiempo. Y de eso precisamente, no ando sobrada.

Y luego para rizar el rizo, tengo en mi haber otro grupo de Whatsapp, pero este es diferente, en él no hay deberes, ni fiestas sorpresa, ni ostias, hay planes para hacer con los peques y fotos divertidas. Se llaman Madres del parque y se forjó en los últimos meses de guardería (y que afortunadamente la mayoría compartimos el mismo cole -una suerte porque Óscar a penas a notado el cambio, está con 4 nenes de la guarde-), somos esas guerreras (y algún guerrero!!) que después del tajo nos juntamos a cascar mientras los niños se rompen la mandíbula en el tobogán (están en esa etapa de Sacamantecas, qué le vamos a hacer…) y que hacen que las tardes sean más llevaderas. Confidencias, gusanitos y risas, ¿Quién da más?

Así que si tardo en contestar a un Whatsapp ya sabes lo que puede ser: es que aún estoy leyendo los taitantos mensajes que tengo sin leer. Compasión.

Pray for (empanated) Fina. 

Peligros del 2.0

Como a los padres frikerizos, a nosotros nos pasó igual. Mauri era el «friki» oficial de los dos, el de las nuevas tecnologías, y yo… Bueno, yo le miraba de reojo y le increpaba, recriminándole el tiempo que pasaba admirando el nuevo iPad, instalando aplicaciones en móvil nuevo o escribiendo menos de 14o caracteres en Twitter.

Y es que reconozco que, entonces, no le acababa de pillar yo la gracia a Twitter. Ojo que era yo  medio friki ya, las circunstancias que me rodeaban me hacían permeable total al frikismo: mis compis de oficina (ellos en sí mismos son la definición del friki) y mi chico, 24/7. Imposible escapar.

Y sucumbí. Reconozco que Twitter fue lo último que toqué, pero cuando lo hice, le hice la caiditaaarl de Roma por lo menos… Todo empezó por el blog y la necesidad de una cuenta de correo y de twitter para el mismo. Luego al calor de los parroquianos y parroquianas que allí fui conociendo (otros ya conocidos por el blog) aquello me fagocitó, me sumergió en un mundo nuevo que me tenía absorta y totalmente enganchada, he de decir. Una se encontraba con cosas como «te he dejado un DM» y yo ni puta idea de qué era eso, pero lo buscaba, me entregaba… Hasta el punto que Mauri, MAURI, aquel ser pegado a la pantalla del móvil, me dijo un día: «Tenemos que hablar».

Cual yonki, me di cuenta de que estaba enganchada. Antes solo miraba de vez en cuando el móvil y si recibía algún whatsapp me hacía gracia. Ahora, vivo pendiente de los wassales de mis chicas del fondo sur, los pajaritos, del Facebook, del Instagram… Y el blog… OLA K ASE?? Eres del mundo 1.0 o te instalas definitivamente en tu casita de pixeles en el 2.0?

Ains… Me gusta mi mundo 1.0, y también el 2.0. Me gusta charlar con mis parroquian@s tuiter@s, pensar en posibles post, y subir fotos de dibujos al Instagram, pero me rechifla hacer pedorretas en la barrigota de Óscar, fingir que estornudo para que se ría, leer un libro, salir a pasear con mis chicos y tomar fuera el aperitivo, o comer cocido de la mía mamma. Habrá que encontrar el equilibrio, ¿No?

Hay días que creo lograrlo y otros que veo la mirada escrutadora de Mauri y entonces se que me he pasao.

Me estoy quitando… Me estoy quitando… Solamente me pongo de vez en cuando… 😛

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