Si la Real Academia Española conociera a Éric, añadiría su foto al lado de la palabra «Rabieta«.
Lo describe como «Impaciencia, enfado o enojo grande, especialmente cuando se toma por leve motivo y dura poco.»
Pero no le dura poco a la criatura, se lo voy a tener que comentar a la RAE. Yo lo dejaría en «Impaciencia, enfado o enojo grande» o «mala hostia a granel» así a secas. Importando un comino el motivo y la duración, que en nuestro caso es de lo más random. Según le dé, según se levante, según tenga sus cosis aquí mi vikingo.

No es que esté todo el día encabronado, que por lo general es un niño alegre, curioso y extramimoso (no todo va a ser malo, pobre mío) es que cuando se cortocircuita, se bloquea y no hay vuelta atrás. Cualquier cosa aparentemente inocua puede desencadenar la ira de Atila (aká Éric). La aDOSlescencia nos tiene del revés…
Sus arrebatos se manifiestan de diferentes formas, desde graznidos de urraca (os juro que suena como una urraca o un grajo, un grito seco y agudo, molesto quiticagas en cualquier caso), hasta lanzar la comida por los aires pasando por la típica sentada «hippie« de «no-no-moverán» y cabezazos contra paredes y/o cosas.

Hemos probado varias tácticas. Y leído artículos, bla bla… Después de mucho ensayo – error, podemos afirmar sin lugar a dudas, que no tenemos ni idea de gestionar las rabietas de nuestro vástago. Vamos fluctuando de una a otra solución según el día, su nivel de enfado y según nuestra paciencia (a veces muy limitada, he de decir).
Según el día, como decía, a veces funciona mejor una cosa y a veces, otra. Con Éric, las reglas no funcionan. Nuestros «apaños de vida» (porque no sé como catalogarlo ya que no son soluciones que nos funcionen fetén) para tratar las rabietas de Éric son:
1.- Pasar de él
Esta es la solución más políticamente incorrecta, pero mentiría si dijera que no la ponemos en práctica cuando entra en bucle.
Tralaría, tralará, tú grita cual gato atropellado y patalea que yo sigo haciendo mis cosis como si no me afectara el desprendimiento de tímpano y de nervios que estoy sufriendo por dentro.
Cuando se cansa, para de gritar y patalear, pero sigue enfadado y te lo demuestra con el ceño fruncido y el morro torcido.
En ese momento tienes que aguantarte los corazoncitos que te brotan de los poros porque está taaaan mono cuando se enfurruña (y no patalea ni hace de niña del exorcista) con sus moflejes gordos y su labio inferior ligeramente salido, y las ganas de achucharle en formato abuela, que no es otra cosa que abrazarle con todo tu ser hasta traspasarle tus epiteliales.
Ese es el instante perfecto para acercarte a él y hacerle algún mimo. Suele claudicar y dejarse mimar. Hay días que te aparta como si fueras una mosca cojonera, pero las más de las veces, sucumbe.
2.- Intento de diálogo
Bueno, diálogo, diálogo no, es más bien un monólogo nuestro al que él asiste entre perplejo (en plan : «Perdona? estoy super cabreado y tú me hablas como si fuera monguer?«) y enfurruñado. No puedes hablar con un nene que se comunica con graznidos, y con 5 palabras, a saber: «mami» «papá», «caca», «agua» y «papig«* (vamos como su hermano con su edad, hago los chinorris cortados por el mismo patrón).
Nótese que pongo lo de «intentar» porque esta solución es la que menos nos funciona, aunque es la que más usamos sobre todo cuando le da por no comer y tirar la comida (supongo que estar reducido en la trona facilita que le demos la chapa sin que pueda huir, porque por lo general huye y es más, se mete en su cuarto cual aDOSlescente Y TE CIERRA LA PUERTA EN LAS NARICES. Molt fort)
Le preguntamos con muuuuchos mimitos (que como ya os he dicho suele ser su kriptonita, menos cuando se transforma en Jack-Jack versión monstruito sueltafuego y entra en bucle) y por sus ademanes, manetazos y cejo hiperfruncido intuyo que si hablara nos mandaba a la megde.
Como que le jode más al nene cuando intentas entrar en razón con él. En esta solución los mimitos son rechazados del tirón.
3.- Ejem…
Esta última solución es menos ortodoxa y más raruna, pero qué queréis que os diga, nos funciona por ahora y yo con eso me quedo.
Y es cantar la canción de los dibujos animados Bob Esponja… Para quien no tenga el gusto de conocerlo, os refresco la letra:

Capitán: [Voz de señor viejete que se fuma 3 paquetes de Celtas sin filtro al día] ¿Estáis listos chicos?…
Niños: ¡Sííí capitán!
C: No os oigooo..
N: ¡Sííí capitán!
C: uuuhhhh….
C: Quién vive en la piña debajo del mar
N: ¡Bob Esponja!
C: ¡Absorbe de todo y puede explotar!
N: ¡Bob Esponja!
C: Si lo que queréis es un mundo al revés
N: ¡Bob Esponja!
C: El mejor amigo que puedes tener
Todos: ¡Bob Esponja!
¡Bob Esponja! ¡Bob Esponja!…
¡Bob Esponja ya llegóoo!…
Y cerramos con el Tirorarirorirorá del final y Éric por lo general (insisto: no siempre nos funciona) entra en éxtasis, como que le bajan las pulsaciones, y también la vena de la frente.
La solemos cantar todos, es más, Óscar ya se sabe el truqui y le oigo cantándosela cuando, por ejemplo, a Éric le da por lanzar las piezas de Lego contra la pared (o aquello que haya en medio) a modo de hechizo para que su brother deje de trolearle.
Peeero tienes que cantarla un poco en bucle porque cuando terminas se desvanece el encanto de Fondo de Bikini y la criatura vuelve a ponerse en modo cardo-Calamardo.

No me juzguen, padres y madres del mundo, ya sabéis que esto de la p/maternidad va por ensayo/error, y si algo te funciona, quédate con ello. Da igual que medio Carrefour te mire en plan estáis como putas regaderas por berrear la cancioncita en público. Si el vikingo se echa cuerpo al suelo en el pasillo de los yogures, tú cantas y bailas y lo que haga falta. Hombre ya.
Como Óscar no tuvo muchas rabietas ni una aDOSlescencia tan intensa (perdón, el Pater me dice por el pinganillo que SÍ que tuvo pero que tengo memoria limited edition –lo justico para pasar el día y que mis vástagos no repitan cenas, oiga), estamos en fase de experimentación, así que estamos abiertos a recibir sugerencias para calmar a la fiera.
En fin amiguis, así es nuestro benjamín, los tiene cuadrados. Es amoroso, salao y sociable. Por lo general es como JackJack, un bebé feliz que muta en el demonio de Tazmania cuando algo no es de su agrado, e intuyo que cuando está muy cansado y no puede con su vida.
La que no puede con la vida soy yo, ¡Señor dame paciencia! O en su defecto, muchos mimos del vikingo, que son canela en rama ❤ ❤
*Papig = Peppa Pig
Pero en lo que más quería hacer hincapié es en el carácter. ¿Cómo pueden ser tan absolutamente diferentes? ¿Quizá por aquello de ser el segundo y nacer con personalidad indómita, de rebelde sin causa? ¿O es que sencillamente Éric tiene su propia impronta, nada comparable al brother?
Y es que, amiguis, hay dos tipos de niños. Probablemente más, de acuerdo, pero poniéndolos en una escaleta, yo tengo un Niño Apio y un Niño Godzila. Tengo un niño que puede verse una peli entera sin pestañear y otro que solo piensa qué es lo siguiente que puede destruir o lanzar lo más lejos posible. Y eso que de super bebé, Éric apuntaba maneras… Nos engañó como a un chino, todo formaba parte de un plan. Una se acostumbra a lo bueno, y claro… Toma Godzila, y aquí me hallo, viviendo Al filo de lo Imposible.
Mi Niño Apio podía estar en el carrito lo que quisieras y para meter al Niño Godzila en él, Dios y ayuda, luchas, contorsiones, escorzos apolíneos y giros de cuello tipo la niña del exhorcista. He de decir que una vez anclado en la sillita el pobre mío no sigue meneándose, entiende cuando ha sido derrotado y punto. Aunque la mirada de soslayo y de me he quedado con tu cara, te la lanza. Y gruñe. (Pero cuando le desanclas se lanza al vacío cual Jesús Calleja)
Al mayor le acostábamos en su cuna, y hasta mañana, oiga. El pequeño tiene su propio ritual de «tocapelotas«. Y sí, digo tocapelotas con todas las letras porque el tío se muere de sueño pero tiene que representar la misma función caaaada noche. Si no hay aplausos al final, el artista de mi chico no duerme. Veréis, el ritual consta de ponerle en la cuna y él de un respingo ponerse de pie, exactamente igual que si la cuna fuera lava ardiendo. Levanta la cabeza, se ríe en tu cara (me como esa carilla), señala el agua, le das agua, bebe parte y el resto lo escupe, se mueve raudo alrededor del ring (porque la cuna es su cuadrilátero), lanza los dos peluches y la mini almohada que tiene a tomar por culo, le pones el chupete, te lo escupe también, y vuelve a mirarte y a reírse. Le doy un beso y apago la luz. Y ahora ya pasamos al tercer acto, de la comedia al drama, lloriquea (de palo total, cero lágrimas), se sienta en la cuna en modo decimonónico, tipo Regenta, con los brazos flojos y mirada al techo. Entonces me acerco, le doy otro beso, le tumbo con cuidado, le pongo el chupe y le arropo. Y me quedo un ratejo haciéndole mimos que es lo que más le gusta around the world. Y al menos se queda relajado, porque por el escucha bebés le oigo hablar en su lenguaje. Se quedará comentando su actuación…

Además, tanto ha cambiado la cosa que ahora es el pater quien está más en casa pasando más tiempo con los churrumbeles y una servidora trabajando fuera de casa. Así que mi tiempo de ocio es limitado, y necesito dedicar los fines de semana y fiestas de guardar a mi familia de pitolas y a descansar en la medida de lo posible (el bebé nos regala algunas noches de blanco satén y otras de bohemia y de ilusión ¬¬ -léase con ironía de la buena).
Óscar se deja querer, y de vez en cuando le regala monerías, mimos o atenciones. Momentos contados que Éric paladea con su felicidad y agradecimiento habitual. Le quiere mucho y nos lo hace saber con dibujos o preguntando si el hermanito está dormido cuando no le ve. Yo con eso me conformo. Tienen toda la vida para vivir su relación de bros.
En fin, así están las cosas y así se las hemos contado. Estamos adaptándonos al cambio, pero felices por tener nuevos retos y metas en mente. A veces el camino es difícil, pero es necesario. Y si el camino lo hacemos con nuestros chinorris, las risas están aseguradas! Óscar en esa edad en la que lo mismo te suelta un razonamiento tronchante, que te acribilla a por qués, que se enzarza en subjuntivas imposibles. Y Éric ya es consciente de cómo llamar la atención haciendo monerías varias.
Mis 40 me han sentado estupendamente, muy zen y relaxingcup; me pillan en ese camino del cambio, de la metamorfosis, en este haz de luz donde estamos los 4 juntos y revueltos. Mutantes felices buscando su sitio en el mundo.
Desde mi experiencia os confesaré que con el segundo se te olvida todo. Vale que se llevan más de cuatro años, los suficientes como para que tu cabeza resetee, y los necesarios para acordarte de lo básico, de lo primario, de lo esencial: de disfrutarlo, no de sufrirlo.
2.- La casa está llena de fotos de Óscar; de Éric creo que solo hay una. E impresa en papel. 

10.- Y esto es lo mejor: nos resbala toda opinión, que con el primero era susceptible, como poco, de hacernos dudar. No es que no atendamos a cualquier comentario, no, pero hay opiniones y opiniones. Ya sabéis a lo que me refiero. Pues eso, por el arco del triunfo.




El caso es que en el hospital, Óscar pasó tres kilos y medio del bebé. Estaba claro que la nueva situación, por más que se la hubiéramos explicado, le era totalmente ajena. Éric le trajo de regalo el camión de Cars, y se dedicaba cada día que iba a visitarnos a jugar en el suelo con él y a ignorar al resto de los humanos que se hallaban en la habitación. Miento, a su padre sí que le hacía caso, le abrazaba y le besaba como si le fuera la vida en ello. A mi, quizá por estar con el bebé, ni se acercaba. Un trocito de mi corazón se iba desprendiendo cuando me evitaba. Eh! Sabía perfectamente que había que darle su tiempo y espacio, pero como os digo, las hormonas estaban ahí, locatis perdidas, apretando la garganta, metiendo el dedo en el lagrimal…
Como consejo, el pater me sugirió que me mantuviera firme o en su defecto, que intentara pasar de Óscar cuando éste me atacaba, ya fuera verbal o físicamente. Dominar a las locas de las hormonas me costó la misma vida pero logré no solo no llorar cuando me iba a pegar o me insultaba, sino ignorar estos hechos o intenciones y por supuesto decirle muy asertivamente que no volviera a pegarme.
Al lío, que tengo un ratejo ahora que el bebé me mira desde la hamaquita y el mayor ve Bob Esponja.
Me pasaba el día llorando. 










